La Isla de los Pingüinos, Magallanes, Chile
Isla Magdalena alberga la mayor
colonia en Chile de estas carismáticas aves. Son casi 200 mil
y están a punto de emigrar hacia agua cálidas más al norte.
Aquí, las razones de por qué hay que visitar este verdadero santuario
austral.
Si los
animales fueran estrellas de rock, los pingüinos serían los U2 de Magallanes,
así de simple. No hay turista que no los persigan para llevarse el mejor
retrato de un palmípedo, les celebran sus gracias, su caminar torpe y lento,
sus graznidos, el plumaje despeinado de las crías y el smoking que usan con elegancia.
Son encantadores, tanto como se les pinta en documentales y películas
infantiles y, a diferencia de otros dibujos animados que idealizan con una
ternura empalagosa a animales como osos o leones, el pingüino es fiel a su
retrato en la pantalla grande: tan adorable como el mismísimo Happy Feet.
La región
magallánica alberga una de las pingüineras más importantes de Chile: Isla
Magdalena, que reúne la nada despreciable cifra de 200 mil pingüinos de
Magallanes, juntos y bien revueltos como un gran manto blanco y negro sobre la
zona. Verlos juntos, revoloteando, le hará sentir una adoración loca por los
pequeños paticortos, pero antes de que le dé un ataque de diabetes de tanta
dulzura, descanse un poco y varíe el panorama, porque Isla Magdalena es una
verdadera joya del sur de Chile, con varias otras atracciones para admirar.
Vamos
enumerando:
Novedad: Antes, los turistas que
visitaban Punta Arenas conocían las pingüineras de Seno Otway, que
son mucho más pequeñas (Alrededor de 8 mil ejemplares) y las aves se encuentran
muy dispersas. Isla Magdalena, que pertenece al Monumento Natural Los
Pingüinos, solo era privilegio de algunos pocos que llegaban en crucero, pero
ahora un par de empresas está llevando gente en forma regular, incluso con dos
o tres salidas diarias. Y el resultado ha sido todo un éxito.
Navegación: La isla está a 35 kms de
Punta Arenas, en pleno estrecho de Magallanes. Y justamente en esta parte la
navegación es compleja, porque se unen las corrientes del Atlántico y del
Pacífico. En general, la travesía para llegar demora alrededor de media hora,
pero también pueden ser dos. Es cosa de suerte y todo depende del viento y del
cambiante clima de la zona, pero, sea como sea, la navegación en si ya es una
buena aventura que, además, da la oportunidad de ver toninas overas, delfines australes
y variedades de aves como petreles, cormoranes y albatros.
Ver
Pingüinos en el agua: La faceta de
nadadores de los pingüinos sorprende.
Son sumamente
ágiles, nadan muy rápido y dan grandes saltos sobre el agua. Al contrario de
las aves que vuelan -que tienen huesos huecos para ser más livianas, plumas
largar y grandes alas-, los pingüinos poseen huesos más densos, lo que les da
mayor peso y les permite mantenerse debajo de la superficie del agua con mayor
facilidad. Además tienen plumas muy tupidas, cortas y aletas pequeñas
que actúan como propulsores.
Debemos
recordar que los pingüinos pasan la mayor parte de su vida dentro del mar y
casi nunca tocan tierra, excepto en la época de crías y para mudar su plumaje.
La densidad
de población: Al medio de
la isla se encuentra un antiguo faro y el Centro de
Interpretación Ambiental. Desde ahí se tiene una excelente panorámica a
toda la isla, que se ve repleta de pequeños puntitos. Son unas 65 mil parejas
de pingüinos -más sus respectivas crías-, que repletan la isla hacia donde se
mire. Por lo menos cada dos metros hay un nido, que son verdaderos huecos en la
tierra, que limpian y vigilan constantemente.
Encuentros
cara a cara: Se puede
recorrer un sendero de 800 metros que pasa entre los nidos y solo está
delimitado por cuerdas, por eso es muy importante no salirse de los senderos.
Al paso de los turistas algunos pingüinos se arrancan y caminan torpemente
rápido; otros son muy curiosos y se dedican a observar cada movimiento humano,
ladeando la cabeza de un lado a otro para mirar con mayor facilidad; otros
duermen ni se inmutan y, en muy contadas ocasiones, alguno se envalentona y
trata de picotear los zapatos de algún visitante si se acerca mucho.
Generalmente se cruzan por el camino así es que otra regla importante es darle
siempre darles la preferencia y no interrumpir su paso.
Ver romance
y peligro: El ya famoso canto de los pingüinos también se da en esta
isla, claro que debe ser uno de los cantos menos melodiosos de la naturaleza. Más
bien parece un gran concierto de burros desafinados. Pero si son muy coquetos y
realizan gestos de reverencia, movimiento de cuello y suelen limpiarse uno al
otro. Los pingüinos son monógamos y mantienen lazos de larga duración, En que
las hembras eligen al macho con el que se aparearon el año anterior. Los machos
llegan primero para arreglar el nido un par de semanas después llegan las
hembras, se aparean y estas
ponen dos huevos que incuban por 40 días. Ahí comienza la etapa más difícil
para ambos padres, ya que pasan largas hambrunas, se debilitan y se desvelan
tratando de cuidar el nido de los depredadores. En esta isla los
mayores problemas son otras aves, como las gaviotas y skúas, que aprovechan
cualquier descuido para robar los huevos, e incluso atacar los pichones cuando
nacen.
Visitar isla
del frente: Isla Marta
está a pocos minutos de navegación desde Magdalena; también pertenece al
Monumento Natural de Los Pingüinos y forma parte de la visita que realizan las
embarcaciones. Claro que acá no se desciende, pero sí se observa muy cerca una
colonia de bulliciosos y peleadores lobos marinos y, en los riscos, una enorme
cantidad de aves marinas.
Con la
llegada del otoño, a fines de marzo, el pingüino de Magallanes deja su lugar de
reproducción para embarcarse rumbo al norte, en busca de agua un poco más
tibias y donde haya más horas de luz para poder alimentarse. Pero cada año
regresan con una puntualidad impresionante, siempre para repetir el mismo ciclo
y para deleitar a todo el que tiene la suerte de visitarlos en su casa
patagónica.
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