PUTRE- CHUNGARÁ
BELLEZA
EN LAS ALTURAS
Basta llegar a los 3.800 msnm, para
que la aridez dé paso a bofedales (pantanos), llaretas, riachuelos, vicuñas,
alpacas, montañas nevadas y colores que sorprenden.
La mayoría de los que visitan el
Parque Nacional Lauca toman un tour por el día y suben de una sola vez desde
los O metros, a orillas del mar en Arica, hasta los 4.500 msnm en que se
encuentra el lago Chungará. Es un viaje por todo el día y pocos lo disfrutan,
porque casi nadie se salva de los síntomas del mal de altura: somnolencia,
dolor de cabeza, náuseas, problemas para respirar. Incluso, en algunos los
síntomas se agravan y tienen que bajar rápidamente.
Pero, de a poco, los turistas han
ido entendiendo que es mejor recorrer la zona con calma, para aclimatar el
cuerpo y realmente disfrutar el Altiplano en vez de ir a sufrirlo. Para eso, la
alternativa ideal es subir hasta Putre, dormir una noche y seguir subiendo
temprano al día siguiente.
Putre se fundó en 1580 y
rápidamente se convirtió en importante lugar de descanso y reabastecimiento
entre Arica y Potosí, en pleno auge de las minas de plata. En ese tiempo se
crearon grandes casonas, de las cuales hoy perduran sólo algunos portales de
piedra tallada y su iglesia, reconstruida en 1670.
Putre se encuentra sobre los 3.500 msnm y apenas tiene unos
1.200 habitantes, pero gracias al turismo es un pueblo lleno de vida, que lo
convierte en mucho más que un mero lugar de paso. Por sus calles se pasean
decenas de extranjeros, la mayoría en el mismo estilo: mochila, un libro de
viajes, chaqueta de plumas y un infaltable chullo o gorro estilo boliviano para
capear el frío de las alturas. El ambiente, los acentos —de extranjeros y
locales—, la comida, la arquitectura…, todo hace sentir como si se estuviera en
otro país.
Por ejemplo, los restaurantes se llenan de ingredientes y
sabores locales, pero a los que en el resto de Chile no estamos acostumbrados.
En vez de un bife dc vacuno, un buen trozo de alpaca a la cacerola. En vez de
arroz o puré, el acompañamiento estrella es la quínoa. En vez de café, acá se
toma un reponedor té de coca que, de paso, ayuda a evitar los síntomas de la
puna o el mareo de alturas.
A las puertas del altiplano
Nos explican que la altura actúa en forma diferente según
cada persona y, además, según el día. “Puedes venir una vez y que no te pase
nada. Pero, puedes venir otra vez y sentirte pésimo. Depende de cómo andes tú y
de factores como la humedad del aire”, dicen en el pueblo, ya acostumbrados a
los malestares de algunos visitantes.
Tomar un desayuno liviano y emprender la aventura al
Altiplano. La subida desde Putre es corta, pero hay que hacerla lento, parando
en cada paisaje que cautiva. “Ya estamos sobre los 3.800 metros”. “¿Saben por
qué? Porque ahí se ven las primeras vicuñas”. Es un animal muy parecido al
guanaco, pero un poco más pequeño y esbelto, y sólo vive sobre esta cota de
altura. En esta zona hay cuatro especies de camélidos: guanaco, vicuña, llama y
alpaca. Tantos guanacos como vicuñas son especies salvajes; en cambio, la llama
y la alpaca son domesticables y han sido usadas por el hombre desde el período
preincaico.
De a poco, se empiezan a divisar algunos manchones de nieve
y estos nos indican que la temperatura debe estar bastante fría. La oscilación
térmica es grande. En la noche la temperatura puede descender a -10°C, mientras
que en el día puede supera los 20°C.
EI ascenso continúa lentamente. Ya comenzamos a ver
llaretas, que es un buen indicador de que ya estamos por sobre los 4.000
metros. Esta planta es muy fácil de reconocer gracias a su forma de cojín
-claro que son muy compactos y duros- de color verde claro. Crece apenas unos
20 milímetros al año y en la antigüedad su utilización como combustible
doméstico en las minas y salitreras la llevó casi a la extinción.
Un poco más allá se encuentra el ingreso al Parque Nacional
Lauca. La carretera por la que vamos (Camino Internacional CH-11) cruza el
parque por el centro, así es que comienza a mezclarse la señalética de Conaf
con la de Vialidad.
No detenemos en el sector Las Cuevas, donde hay un refugio
de Conaf y uno de los sitios arqueológicos más importantes de la zona. Aquí
frente a uno de los bofedales, se encuentran las cuevas y aleros donde se
descubrieron residuos fósiles de hace más de 9.000 años, que demuestran la
existencia de pueblos cazadores-recolectores.
Antes de visitar el lago Chungará decidimos entrar a
Parinacota, parada obligada, ya sea de ida o de vuelta. Este pueblo, ubicado a
42 km de Putre, es Monumento Nacional y fue declarado Zona Típica. Lo habitan
apenas 149 lugareños, pero su fama recorre todo el mundo, especialmente,
gracias a su iglesia que es protagonista de la mayoría de las postales.
La iglesia se ubica en el centro del pueblo, alrededor del
cual fue creciendo un pequeño poblado con 50 casas de piedra, adobe y techos de
paja. Fue construida en el siglo 17, pero debió ser reconstruida en 1789. Todo
en ella sorprende: su enorme campanario blanco que contrasta con el color
siempre azul del cielo; su piso de ladrillos y piedras; sus capillas laterales;
su altar repleto de imágenes que mezclan la cultura aimará con la católica. Es
imposible no detenerse un buen rato en los murales interiores, especialmente en
el que se encuentra a la entrada a mano derecha. Es una llamativa representación
del Juicio Final, donde claramente las mujeres salimos perdiendo, porque somos
las únicas juzgadas, incluyendo todo tipo de torturas y hasta un dragón.
En este trozo del
norte, todo está más cerca del cielo.
Los pequeños pueblos —y, por cierto, sus coloridos
cementerios- parecieran querer tocar el techo de Chile, el mismo donde alzan
vuelo las más bellas aves.
Al frente de la iglesia se ubica una pequeña feria
artesanal. Es una lástima, ya que escasea lo autóctono y local: son las mismas
artesanías que se encuentran de Arica a Punta Arenas. Con algo de paciencia
podrá encontrar buenas mantas y ponchos tejidos con lana de alpaca, y algunos
“tesoros” imperdibles, como nacimientos en miniatura donde todos los
protagonistas tienen estilo aimará.
A 19 kilómetros de Parinacota se encuentra el lago Chungará,
famoso por su belleza y por ser considerado uno de los lagos más altos del
mundo (4.517 msnm). Se encuentra a los pies de los volcanes gemelos Payachatas:
el Parinacota y el Pomerape.
Realmente, el paisaje deja sin aliento y da lo mismo que un
poco más atrás esté la carretera o que cueste respirar. El azul intenso del
lago, montañas de 6 mil metros que lo rodean, cumbres nevadas, bofedales,
decenas de camélidos que pastan tranquilos, cientos de aves que se pasean por
la orilla y, por supuesto, decenas de llamativos flamencos ayudan a completar
este colorido cuadro.
Lamentablemente, aquí las demostraciones efusivas de
felicidad por el paisaje -como bajar disparado del auto para ir a tomar una
foto- debemos evitarlas por nuestro propio bien, porque la altura obliga a
moverse a paso de tortuga. Desafiar la altura es desafiar al cuerpo; por eso,
dicen que con la puna no se juega.
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