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Varsovia

La capital de Polonia ha sido protagonista de la historia europea y hoy espera a los turistas con su increíble regeneración, su pasado judío y su presente que mezcla lo moderno con lo tradicional.
Juan Pablo II, Copérnico e Ignacio Domeyko. Eso es probablemente lo que más se conoce de Polonia en el Mundo. Incluso, muchos piensan que Federico Chopin y Marie Curie eran franceses y no de esa nación, Todos ellos figuras de orgullo, de museos, de festividades y protagonistas de la mayoría de los suvenires.

Varsovia, una ciudad que se ha levantado desde las cenizas una y otra vez en cada ocasión que ha sido ocupada y devastada. Podríamos incluso decir que es una ciudad nueva, pues durante la Segunda Guerra Mundial Varsovia no solo fue bombardeada, sino que los alemanes también se encargaron de dinamitar cada edificio que representaba la cultura y el protagonismo polaco. Apenas el 15% de los edificios quedó en pie. Por eso el casco antiguo es hoy una impresionante y exacta réplica de los que era.
Ciudad Vieja, Ciudad Nueva
Con pinturas de Tintoretto en mano, los polacos reconstruyeron y restauraron casas, plazas y palacios como el Real, que recién se culminó entre 1974 y 1988. El esfuerzo fue tal, que es el único lugar reconstruido en el mundo que tiene la distinción Patrimonio de la Humanidad. Tal vez por eso, pasear por allí es gratificante.
En el casco antiguo está la Ciudad Vieja -Stare Miaste-, que data del siglo XIV y que mantiene las que fueran las murallas de la ciudad. Uno de los accesos se hace a través de una barbacana (torre defensiva) de 1548, donde jóvenes hacen representaciones de decapitaciones con espada. Provocan tal impacto, que los turistas los miran con un poco de distancia hasta que comprenden que es parte del show y aparece con el cuello en el tronco por un par de zlotys mientras son fotografiados.
Vale aclarar: el zloty es la moneda polaca y equivale a 0,2 euros. Aunque Polonia es parte de la Unión Europea, aún debe cumplir más requisitos para usar el dinero unitario. Por lo demás, los polacos no mueren de ganas de tener euros y algunos lo rechazan de plano. De todas formas, no es tan complicado, pues en los sectores más populares se aceptan euros y dólares. Las casas de cambio (kantor) abundan.
En la Ciudad Vieja, las calles las ulicas, léase "ulitzas" son medievales y adoquinadas. Angostas y atrapadas por altas casas pareadas que tienen un singularidad: prácticamente todas tienen dibujos en sus fachadas, los que indican la ocupación y riqueza de la familia que la habita. Una vez que se llega a la plaza del mercado, la casa que causa mayor curiosidad es aquella que tiene cabeza de negritos saliendo por la pared. Dicen que los dueños del lugar eran mercaderes de esclavos. Otra tiene un dragón de metal, pero nadie sabe por qué.
Cerca de ahí hay una casa que dice ser la más angosta del mundo. Está en el ángulo de una esquina y no tiene más de dos metros de ancho. Insólita
La plaza bulle. Hay retratistas, museos, cafés y todas sus entradas están llenas de jardineras con coloridas flores, una costumbre que alumbra los días fríos y oscuros de otoño e invierno, cuando la noche comienza a caer pasadas las 15:30.
Todo en la plaza gira alrededor de la estatua de la sirenita. No es una aburrida copia de la Copenhague y la leyenda dice que es su hermana. En una aventura, cada sirenita nadó a la tierra de los hombres y ésta, Sawa, llegó a la desembocadura de río Vístula, en Gdansk. Nació río arriba y un mercader la apresó. Uno de los muchos pescadores del lugar que estaban enamorados de ella, la rescató. Era Wars. Liberada, Sawa prometió defender con su espada a los lugareños cada vez que la necesitaran. De ambos proviene el nombre de la ciudad: Warsawa, Varsovia. Es por ello también que la sirena, en este caso, aparece menos romántica que su hermana, con escudo y una espada. Es el símbolo de la ciudad.
La ciudad Nueva, en tanto, no es tan reciente. Es del siglo XV y una parada obligada allí es en el restaurante de comida típica y judía Pod Samsonem;  un lugar pequeño, visitado por lo directores de cine locales, donde se puede probar la gastronomía polaca, que está atravesada por la influencia de sus invasores rusos, tártaros, ucranianos, cosacos, otomanos y suecos. Así se puede probar, por ejemplo, un caviar judío, pato asado con manzana y el zurek, la sopa típica con harina fermentada, pimienta y cecinas. Sabe mejor de lo que se describe. Por cierto, paciencia. No en todas partes los menús están también en ingles ni todos los locales tienen alguien que lo hable. Lo malo es que el polaco no suena a nada conocido y pareciera que fuera un idioma sólo de consonantes. Hasta los polacos dicen que es difícil y cuesta que alguno quiera enseñar a decir alguna cosa, así es que seguro que en Varsovia utilizará el lenguaje internacional de las señas.

Afuera de estas ciudades centenarias es otro mundo. Claro, una ciudad moderna, con edificios, cines, discotecas, un edificio de Foster y uno que otro desatino, como una palmera artificial en un bandejón central, que se hiela con la temperatura de hasta 30°C del invierno. 
Zona Moderna, Judaica y Extensos Parques
Pero hay que ponerle un poco más de ojo. Todo lo que sea comercio o edificio público de corte realista, son bloques de departamentos de corte soviético; todos iguales y parte de su historia. Las calles principales fueron  hechas anchas para facilitar el paso de los tanques. Claro que no deja de asombrar el regalo que mandó a hacer Stalin para la ciudad: un edificio de 237 metros de altura, el Palacio de la Cultura y la Ciencia. Es el más alto de Varsovia y hasta fotografiarse con él completo es complicado, igual que las opiniones que tienen los polacos sobre la construcción, donde trabajaron 3.500 rusos. El edificio tiene hotel, sala de concierto y piscina. Subir hasta sus miradores cuesta 20 zlotys.
Desde el Palacio de la Cultura y la Ciencia se ve casi toda Varsovia, con su gran cantidad de iglesias -es un país 95% católico- y sinagogas. Hay que recordar que Varsovia fue el lugar donde llegaron los judíos expulsados de Europa por siglos. Sin embargo, en 1940, los nazis cercaron su barrio, creando el conocido ghetto de Varsovia, que tuvo a 500 mil judíos apresados. En 1944, los judíos y los polacos se alzaron. No les fue bien y la matanza toco a casi toda la familia de los polacos con que se conversa, pero es una parte de la historia digna de conocerse en un completo museo interactivo aunque el ghetto fue destruido, aún quedan algunas paredes en pie. Casi toda las construcciones de Varsovia judía -que se quedaban a las "afueras" de las ciudades tradicionales- ya no existen e incluso algunos guías desconocen los lugares donde quedan restos, por lo que, si se quiere reconstruir la historia judaica allí, más vale buscar agencias especializadas, que podrán mostrarle, por ejemplo, el lugar donde salían los trenes hacia los campos de exterminio. Salvo que se visite el antiquísimo cementerio judío no hay que esperar encontrarse con zonas originales o réplicas. Por lo general en esos lugares solo hay elementos conmemorativos.
Pero a pesar de las oleadas de distintas ocupaciones, los polacos gozan de lo que tienen. Así, por ejemplo, los fines de semana los parques se llenan de gente. Cerca de un cuarto de la ciudad. El más concurrido El Lazienski, que tiene 70 hectáreas en plena ciudad. Ahí están los palacios de veraneo de la familia real -porque, claro, en este tiempo un par de kilómetros era muy lejos- una extensa laguna artificial y un anfiteatro. Todo es muy ordenado y limpio. Nunca se ha reportado un crimen en el parque y no se puede entrar en bicicleta y llevar animales. Para eso están otros parques, dicen, así es que las ardillas y los pavos reales pueden pasear por ahí en paz. En el verano, y bajo una enorme estatua de Chopin, se realizan conciertos al aire libre todos los fines de semana. Cerca del parque está el palacio Wilanów, donde se puede conocer parte de la historia real de Polonia, la que, incluso, tuvo reyes elegidos democráticamente. Una sorpresa más dentro del conocido mundo de los polands, o "gente de los pueblos", los cuales aún puede verse en las esquinas de la ajetreada ciudad vendiendo las frutas y verduras de sus campos, todo fresco, todo familiar, todo a la antigua, todo aún sorprende. 
 Torre del Castillo Real
 Palacio de la Cultura y la Ciencia
 Estatua de la Sirena, icono de la ciudad



Moneda Polaca (Zlote)

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